

Manuel Solís nos acerca esa raza milenaria de la mano del hierro en donde plasma su bravura en la fragilidad de una galería de arte. No es el arte con que el torero arriesga su vida en la plaza, pero es el arte por excelencia, es donde la síntesis nos trae un momento de la visión del artista, donde la sangre no se derrama pero surgen las cualidades del toro en solitario.
Quizá en alguna dehesa en donde a horas de nacer enviste a cualquier cosa que se mueva con la naturalidad de su esencia. En estos tiempos en donde el arte está en su peor momento, en donde las “bellas artes” se encuentran bastardeadas por un seudo arte vulgar, sibilino y decadente que no hacen más que pretender confundir a quien lo observa, con grotescas formas encaramadas en la mediocridad perversa de quien persigue lo fútil y pretende contagiarlo. Solís, nace descubriendo al toro donde la sola presencia del aspado emerge desde latitudes insospechadas oponiéndose a lo trivial desplegando un acento bárbaro, donde la bestia escarba quizás en nuestra conciencia.
Quizá en alguna dehesa en donde a horas de nacer enviste a cualquier cosa que se mueva con la naturalidad de su esencia. En estos tiempos en donde el arte está en su peor momento, en donde las “bellas artes” se encuentran bastardeadas por un seudo arte vulgar, sibilino y decadente que no hacen más que pretender confundir a quien lo observa, con grotescas formas encaramadas en la mediocridad perversa de quien persigue lo fútil y pretende contagiarlo. Solís, nace descubriendo al toro donde la sola presencia del aspado emerge desde latitudes insospechadas oponiéndose a lo trivial desplegando un acento bárbaro, donde la bestia escarba quizás en nuestra conciencia.

Ricardo Mirolo
1 comentario:
manuel quisiera saber si la mujer sobre el agua que esta en una de los espejos de agua del paseo del buen pastor es de usted?? podra contestarme a mariana_malone@hotmail.com
gracias y lo felicito es usted una maravilla de artista
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